El punto ciego entre una pupila y otra.
Palabras no son nada, se queman en sus bocas.
Ella mira y besa y mata.
La flaca tiene el mundo acomodado a la cintura y los encantos que arrebatan.
Se va y regresa cuando le da la gana.
A rodear sus brazos a mi espalda.
Lo que miro: que flaca, que dulce, que tierna, que débil, que áspera, que bella, que joven, que todo, que nada.
Y yo, como la beso, como la suelto, como la agarro, como la dejo, como la tengo.
Como somos todo,
Casi nada.
Poco a poco,
Lentamente.
Me besa,
Y le sonrío.
Me asesina, me mata.
Me encanta.
Y el subconsciente no deja de reírse, de gritarme, de callarse, de ignorarme, de advertirme, de quererla.
De decirme:
Huye antes de que te tome por la nuca;
Y te hiera.
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