No pudo resistirse al beso, al tercer cigarro del día, la última calada de la noche.
Un mismo sitio y viajé a trescientas partes; su manía incontrolable de poner mi mundo de cabeza y frappé de piña y tickets de metro.
Una sola vez no es suficiente, deseo encontrarle.
Deseo pararme en la esquina y saberle allí con ese gesto que pone cuando me dice que no le da risa lo que le digo.
Y en la oscuridad hemos hecho la vida con tan solo mirarnos;
A ella le gusta verme a través de la luz del yesquero.
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